San Bernardino Lagunas
El Ocelotzin, el volcán donde el tiempo se renueva.
Francisco Castro
La comunidad de San Bernardino Lagunas, Puebla, celebra la despedida del “año viejo” con una tradición que cada vez atrae a más visitantes. Los ejidatarios, que es como se conoce en México a los comuneros, campesinos organizados y agremiados en torno a la tierra; se reúnen en la citada fecha en la cúspide del pequeño volcán Ocelótzin (tigrillo) para lanzar fuegos pirotécnicos en señal de alegre despedida. Las “bombas chinas” se reflejan en la Laguna Grande, principal atractivo turístico del alpino pueblecito. El Año Viejo ha muerto, y se va entre detonaciones de pirotecnia y abrazos.
Pero al día siguiente, ya está preparado
todo para el nuevo año: una ceremonia
religiosa, en la capillita de tablas donde se resguardan imágenes de un Cristo
crucificado y la Virgen de Guadalupe, “Reina de México y Emperatriz de
América”; las esposas de los ejidatarios se esmeraron desde el día
anterior, preparando todo para la comida que se servirá al finalizar la misa,
mole, arroz y tortillas de mano, integran el menú. El clima boscoso y frío hace
sentir sus rigores pues en la cima se llegan a registrar temperaturas cercanas
a los 0 grados por las madrugadas y ha habido inviernos en que el Ocelotzin ha
amanecido nevado, pero los pobladores ya se han aclimatado, así es la vida en San Bernardino y comunidades
aledañas, como San Felipe Maderas, Rancho Cabras, Santa Catarina, Vicente
guerrero y muchas otras que salpican los picos elevados de más de dos mil
metros, en las crestas de la Sierra Negra de Puebla y la Sierra Zongolica, de
Veracruz. Estas montañas pertenecen a la Sierra Madre Oriental que viene desde
el río Bravo hasta el eje Neovolcánico de Puebla.
Estas comunidades se dedican principalmente a la explotación de los
bosques de encinos (Querecus Xalapensis) y ocotes (Pinus Montezumae)
los magueyales, productores de pulque (Agave Salmiana), y al
pastoreo. Aunque los pobladores de las sierra Zongolica, más húmeda y cálida,
también explota el café y muchos productos del campo, La gente de estas sierras
suele ser blanca, de ascendencia española o francesa que se han mezclado con
los grupos indígenas de la región, pero todos se asumen mexicanos, se cuenta
que muchos soldados franceses ya no retornaron a su país una vez que concluyó
la intervención francesa de 1838 a1839 y para no tener repercusiones legales
por su estatus, ocultaron sus apellidos galos bajo apellidos españoles, el caso
más marcado de gente de ascendencia francesa: San Felipe Maderas, según
comentarios de los habitantes de pueblos vecinos.
Los pueblos Nahua de la sierra
negra y Zongolica mezclan su historia pues aún se honra cada año la bandera
Siera. Que fue la bandera con la que combatieron los insurgentes indígenas
en la guerra de independencia (1810-1821) y que el general Nicolás Bravo
enarbolaba, se le llama bandera siera, porque era la bandera de la sierra, pero
los indígenas no podían articular bien la doble “r”. Este lábaro aún
puede apreciarse en el Museo Nacional del Castillo de Chapultepec, en la Ciudad
de México. Cada 24 de febrero se
incinera, de manera simbólica, la bandera Siera en el cuartel militar de
Tehuacán. También se dice que Esta sierra eran cotos de caza para el entonces
presidente Porfirio Díaz, quien gustaba de la montería por estas zonas. No
conozco datos fehacientes.
En la cima del volcán Ocelótzin
también se hallaban placas conmemorativas a los revolucionarios del conflicto
de 1910, que defendieron la zona desde esta formación volcánica permitiéndoles
tener un pequeño cuartel, trincheras y troneras, aunque en esta ocasión ya no
vi las placas.
La misa de acción de gracias inició a las 13:00 horas, una de la tarde. Mucha gente ya estaba allá de manera anticipada y otros apenas nos disponíamos a iniciar el acenso al pie del volcán que tiene una base de 2 kilómetros. Al inicio del sendero está la ermita del “Señor Del Sacromonte” allí ya había gente cargando pila, consumiendo los platillos típicos; Memelitas, tamales, Tezmole, atole, café y Pulque, otro de los productos que apuntalan la economía de estos pueblos.
Son 500 metros de acenso, medio
kilómetro que se puede recorrer en un sendero perfumado por los pinos de encino
y ocote, el aire se empieza a purificar, pero para los que no están
acostumbrados a las alturas, pueden resentir la fatiga, pues San Bernardino Lagunas
está a 2600 metros sobre el nivel del mar que sumados a la cúspide del
Ocelotzin constituyen poco más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, lo que
ocasiona en algunos caminantes, agotamientos y descompensaciones. Pero la
mayoría de los lugareños caminan sin la mayor dificultad, inclusive adultos
mayores. La mayoría de la gente que va allá logra llegar sin mayores
dificultades, pero si es una extenuante caminata.
Unos cincuenta metros antes de
llegar a la cima te desvías hacia la derecha y allí está “El Mirador”, desde
donde se descubre un paisaje impresionante, nada más salir del sendero
principal totalmente agotado y recibir el refrescante vientecillo es el primer
obsequio, pero la vista que nos regala el Ocelotzin es el más apreciado de los
presentes. Allá abajo, se ve alegre, la Laguna Grande, nos revela su forma de
corazón color verde; a la izquierda ruborizada y tímida, como queriendo
esconderse detrás de un solitario pino, se esconde la laguna chica, el corazón del
visitante se emociona sin poder evitarlo.
En dirección norte, se
sospecha la “lagunilla” y una cascada que son otros destinos que iré a explorar
en otra ocasión; En la parte izquierda del lienzo, en la lejanía, se ve el Pico
de Orizaba, con su jorongo de nubes. En días más diáfanos la vista descubre
también otras cumbres del eje neo volcánico del estado de puebla, como el
Atlizin y hasta, me atrevería a asegurar que también he alcanzado a ver la
Malinche y el Popocatépetl.
La misa de acción de gracias por
el nuevo año congrega a fieles, mientras a un costado de la antena de
telecomunicaciones, que se instaló en la cumbre, se detonan cohetones que se
emplean en sustitución de las campanas. Una vez terminada la celebración religiosa,
el sacerdote felicita a todos los feligreses y los invita a reconciliarse y
vivir la palabra de Dios en congruencia con sus actos.
Los ejidatarios, esta
vez presididos por don Bonifacio Huerta García, agradecieron la presencia de
los asistentes y los invitaron a continuar visitando San Bernardino. Enseguida se ofreció por parte de los
ejidatarios, la sabrosa comida, Mole, Arroz y carne de pollo, cerveza y pulque,
aunque también circularon otras bebidas espirituosas. Lo que me llamó la
atención es que en su mayoría la gente no bebió en exceso, ni hizo desordenes.
Todo se desarrolló en un ambiente respetuoso, cordial y muy familiar.
Los habitantes de San Bernardino expresaron su orgullo y la fortuna de tener el Ocelótzin, pues les provee de agua para sus lagos y de un espacio para elevar sus oraciones, en esta especial ocasión de Año Nuevo, además de atraer turismo que representa también una importante derrama económica para este pueblo y la región.
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